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Miedos Infantiles

El miedo es una emoción caracterizada por un sentimiento desagradable provocado por la percepción de un peligro real o supuesto.

Desde el punto de vista psicológico el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos y contextos y también aprender a no temerlos.

Así pues el miedo es una reacción emocional primaria que nos alerta de un peligro, es una respuesta normal y adaptativa que desaparece con el transcurso del tiempo.

De forma general podemos señalar una serie de miedos que suelen estar presentes en el desarrollo normal de todo niño:

- De 2 a 4 años: temor a los animales.

- De 4-6 años: temor a la oscuridad, las catástrofes, a elementos de la naturaleza (relámpagos) y a los seres imaginarios (monstruos y fantasmas)

- De 6 a 9 años: temor al daño físico o al ridículo por la ausencia de habilidades deportivas o académicas.

- Hacia los 8 años, miedos más existenciales como por ejemplo la muerte.

- De 9 a 12 años: miedo a los incendios, accidentes, a contraer enfermedades graves. Aparece el temor a conflictos graves entre los padres o mal rendimiento escolar.

- De 12 a 18 años: temores relacionados con la autoestima personal como por ejemplo el aspecto físico.

 

Los temores descritos son frecuentes y pueden afectar hasta el 40-45% de los niños.

Cuando los miedos infantiles dejan de ser transitorios hablamos de fobias, éstas son una forma especial de miedo que presentan las siguientes características:

- El miedo es desproporcionado con respecto a la situación que lo desencadenan.

- El niño no deja de sentir miedo a pesar de las explicaciones.

- El miedo es de larga duración.

- El niño no tiene voluntad para controlar el miedo.

- Interfiere considerablemente en la vida cotidiana del niño.

 

Las fobias infantiles aparecen con más frecuencia de los 4 a los 8 años y las más frecuentes suelen ser la fobia a la oscuridad , la fobia a los perros y la fobia escolar. Esta última no debe confundirse con la reacción que un niño pequeño tiene al separarse de la madre cuando entra por primera vez a la guardería.

Como anteriormente hemos comentado los miedos van desapareciendo no obstante hay algunas actitudes de los padres que pueden ayudar al niño a superar estos temores:

- Los miedos no hay que ignorarlos puesto que expresan un temor. No podemos exigirle al niño que los supere puesto que eso es lo que quiere, debemos saber cómo se siente, que piensa y transmitirle nuestro apoyo y confianza.

- No debemos ridiculizarlo ni hacerle sentir un cobarde, al contrario debe comprender que todo el mundo tiene miedos pero que si tienes muchos te pierdes cosas que no son peligrosas como ir al circo y ver a los payasos.

- No sobreprotegerlo, ni evitarle situaciones que le produzcan miedo porque entonces no fomentaremos que lo supere.

- Hay que hacerle sentir que es capaz de superar sus miedos y para eso si podemos acompañarle, como sostenerle la mano mientras vemos un perro. Habrá que valorar mucho sus progresos.

- No obligarlo a la fuerza a que se enfrente solo a la situación temida. Dar pasos pequeños y poco a poco. Si le cuesta alejarse de los padres no dejarle dos noches seguidas fuera de casa.

- No debemos engañarlo. Si el niño se siente engañado por sus padres luego no se fiará de ellos. Por ejemplo si va al médico a vacunarse no debemos negarle que le harán un poco de daño.

- Verbalizar las pesadillas, cuando un niño tiene una pesadilla es bueno que hable de ellas e incluso que las dibuje y les ponga un final feliz, de esta manera empezará a imaginar posibles soluciones a sus miedos. Si le pedimos simplemente que se calle y se acueste en la cama con los padres no solucionaremos nada.

 

Como padres debemos saber que los miedos no desaparecen por completo y que a lo largo de su vida irán surgiendo nuevos temores, lo importante es saber cómo reaccionar ante ellos, puesto que esto es algo que aprendemos a lo largo de nuestra vida. En el caso de las fobias, no es el miedo el problema sino la forma que hemos aprendido de reaccionar ante él. No obstante si en el transcurso de la vida de nuestros hijos los miedos no desaparecen y cada día lo paralizan más entonces significa que no es suficiente la ayuda de los padres y debemos acudir a un especialista.